Rebeca tenía trece años cuando empieza esta historia. Vivía en el barrio de Arganzuela, en una casa mediana con sus padres Rosa y Ángel. Estaba teniendo una adolescencia difícil debido a que no podía salir de casa sola si no era con sus padres, debido a que su vivienda no estaba adaptada para poder usar una silla eléctrica, tenía una que había usado alguna vez, pero era difícil tan solo salir de casa, así que imaginaos el moverse por la calle, y encima con una silla de las más pequeñas del mercado, que no tenía fuerza para salvar obstáculos, y cuando llovía le dejaba tirada en cuanto se mojaba el mando. No tenía casi amigos, debido a que el instituto lo tenía en Aluche. Nunca había tenido animales, pero un día escribieron de la asociación de Espina Bífida contando que había una exhibición de perros de asistencia en las instalaciones de Fundación Bocalan en Madrid, allí les enseñarían los perros que tenían adiestrados para entregar próximamente. Conocieron a varios perros de los cuales recordaba a una perrita que se llamaba Frutopía, pero como no atienden a nombres largos por lo que la llamaban Fruto. Era una perrita muy buena, en la exhibición se rieron mucho con ella debido a que se equivocó y encendió la luz sin que se lo mandasen, cuando se dio cuenta se dio la vuelta y la volvió a apagar. Al terminar todo Rebeca echo la solicitud para conseguir un perro. A los pocos días o como mucho al mes le llamaron para hacerle una entrevista para ver que perro/a le venia mejor y ¡oh sorpresa le asignaron a Fruto y además se la llevaron a casa! Por fin tendría un animal, su primer perro. Estaba encantada de la vida. Era una perra super cariñosa. Desde el primer momento durmió en la habitación de Rebeca, cosa que le hizo mucha ilusión. Se fueron adaptando muy bien. Todos los días hacían diez o quince minutos de entrenamiento donde hacían todos los ejercicios que ya había aprendido con los entrenadores como abrir la puerta, coger cosas del suelo, abrir cajones o encender la luz. La verdad es que nunca consiguió que hiciese nada fuera del entrenamiento, pero para ella fue un gran apoyo psicológico. Empezó a tener más seguridad en sí misma lo que hizo que empezase a quedarse en casa ella sola con absoluta confianza por primera vez. No abría la puerta a absolutamente a nadie, solo cogía el teléfono, y el estar ella allí le quitaba todos los miedos. Ella le protegía, le daba confianza, le quería, le cuidaba, era su fiel amiga, su compañera, siempre dispuesta a hacerle feliz sin pedir nada a cambio. Era mágico estar con ella. Era lo mejor que tenía. Le enseño a cerrar puertas, pero no conseguí que lo mantuviera ya que lo hacia muy a lo burro y como era muy asustadiza un día al pegar un gran portazo se asusto y lo perdió. También la enseño a cerrar cajones con el morro después de meter algo. Era divertido trabajar con ella, aunque luego no sirviese para nada. Además, era muy lista, aprendía muy rápido e incluso empezó a hacer cosas por su cuenta que había visto que Rebeca no podía realizar y los demás tenían que apoyarle. Un día cuando llegó del instituto comenzó a quitarle la cazadora ella sola tirando de la manga. Como le destrozaba la ropa tuvieron que hablar con los adiestradores para ver como enseñarle a hacerlo despacio y coordinado para que todo saliera bien. Al final lo consiguieron, todo a base de entrenamiento y como siempre las grandes aliadas, las salchichas, que se le daban de premio cuando hacia algo bien. La vida con fruto era muy tranquila. Cuando llegaban siempre les estaba esperando en la puerta, y era bonito ver como la perra era consciente de que con los padres de Rebeca podía tirarse a jugar con ellos sin importar si hacia el bruto y con Rebeca siempre iba con más cuidado, porque sabía que podía hacerle daño o incluso en algunos momentos si alguien no la estaba sujetando se podía llegar a caer, por lo que siempre esperaba en esos casos a que Rebeca estuviera sujeta para empezar los mimos y los juegos con ella. Era espectacular ver esos momentos tan bonitos, cuidados y dulces. Dueña y perra hacían suyos momentos espectaculares donde primaba el cuidado del animal hacia el ser humano, a la que ella sabia que tenia que cuidar y proteger mas que a los demás. Rebeca al tener a fruto se dio cuenta de algo y es que al tener a Fruto consiguió sacar de dentro de su corazón sentimientos hacia el animal que nunca sabía que conseguiría sacar. Le hacia ser mas tierna, mas paciente, y muchas veces mas ingeniosa debido a que sabia que era la responsable de que ella aprendiese cosas nuevas. Pero a la vez Fruto también era la responsable de la muchacha en algunas cosas, debido a que gracias a la perrita Rebeca consiguió quedarse sola un rato en la calle en compañía de su compañera mientras que su padre hacia la compra. Eso fue un gran logro para ella. Lo mas triste era que no había ninguna ley que protegiera a los perros de asistencia, por lo que se tenían que guiar un poco por la ley de los perros guía y lo que más, de la buena voluntad de la gente. Tenían la documentación oficial de perro de asistencia para que les dejaran entrar en todos los sitios y además un peto que la perra tenia que llevar puesto cada vez que salía con su usuaria. Fruto falleció muy mayor de un tumor que la dejo ciega y la provocaba crisis epilépticas y en su último día de vida hizo que se volviese loca. Fue sacrificada para dejar de sufrir. Rebeca se quedo muy triste y hoy después de haber tenido otra perra más y tres hámster rusos que no hay dos animales iguales.
Fruto,Bichito,Paco y Bigotes distintos animales y cada uno con una personalidad
Publicado por Los pensamientos de una enamorada de la vida sobre ruedas, cuesta abajo y sin frenos.
Tengo 36 años, vivo en Madrid y mis aficiones son: leer, escribir, dibujar, la fotografía, la música (sobre todo en directo y el género pop). Me ha gustado escribir desde bien pequeña, pero profesionalmente lo hago desde hace tres años. Deambulo en una silla de ruedas eléctrica debido a que padezco Espina Bífida e Hidrocefalia. Esto no me limita en nada porque la silla son mis piernas y en muchas ocasiones los brazos de la gente son las piernas que la silla no alcanza a darme Ver todas las entradas de Los pensamientos de una enamorada de la vida sobre ruedas, cuesta abajo y sin frenos.
Fruto consiguió sacar de dentro de su corazón sentimientos hacia el animal que nunca sabía que conseguiría sacar.
Me parece una frase tan preciosa!!!!! Me ha gustado mucho el relato sigue escribiendo 🤗
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Gracias
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