Se conocieron una tarde de verano, íban a luchar por los mismos intereses,
sin saber saber que a partir de ese les iba a tocar luchar juntas con uñas y dientes.
De aquí saldría una amistad dura como una roca, que les uniría para siempre.
Juntas se convertirían en indestructibles, realizando todo lo que se les pusiera por medio.
Desde el primer momento siempre jure que nunca le soltare la mano si ella nunca me la soltaba.
Y en nada me equivoqué, porque años después seguimos cogid@s de esa mano.
Pero se unió la otra para podernos decir que nos queremos, que siempre estaremos ahí el/la un@ para el/la otra.
Para darnos esos abrazos que tanto nos gustan y que solamente nosotr@s sabemos lo que quieren decir.
Esos abrazos en los que nos susurramos cosas que solamente nosotr@s podemos apreciar.
Si nos paramos a escuchar bien esos susurros, tienen música, olor y sabor.
La música que sale de nuestras respiraciones acompañadas.
El olor de nuestras pieles y de todo lo que nos rodea o podemos llegar a imaginar.
El sabor de nuestras pieles al besarnos, mientras que nuestros brazos se enroscan por nuestros cuerpos.
No tenerte cerca es una tortura, porque cuento los días para tenerte cerca otra vez.
Aunque valoro cada segundo que pasamos hablando o simplemente haciendo tonterías telefónicas.
Tenerte es aún mejor, porque significa que estamos cerca el/la un@ del otr@.
En esos momentos son en los que hacemos nuestras fechorías más nuestras, más dulces, más hermosas, tan hermosas como tú.
Cada vez que terminan estos ratitos, vuelvo a contar las horas por tenerte cerca, por un te quiero tuyo,
oírte respirar sin que te de des cuenta y hacerte mi@ otra vez