Maldita «C»

Desde hace un tiempo a esta parte, parece que soy más consciente de lo que pasa a mi alrededor. Y la verdad es que estoy empezando a odiar la letra «c».

Y os preguntaréis por qué, pues bien, no hay otro motivo que tengo la sensación que desde hace un tiempo me está empezando a faltar mucha gente, o cae enferma. Y de ahí el título, por qué todo el mundo del que os hablo se pone enfermo de cosas que empiezan por la letra «C» de cáncer o coronavirus.

En los últimos dos años el coronavirus me ha hecho ver como personas de mi entorno se han puesto muy malitas incluso han estado apunto de fallecer. Yo por suerte de momento me voy librando del bicho, pero en cualquier momento me puede atacar, y como paciente con patologías previas no se sabe cómo me puede afectar. De ahí mi miedo desde que empezó todo hace dos años.

Pero también está el otro bicho, el maldito cáncer, que cada vez afecta a más y más personas de mi alrededor. Y muchas de ellas ni siquiera han conseguido superarlo. Me duele en el alma cada vez qué escucho esta palabra, y que en pleno siglo XXI aún no se haya encontrado una cura para esta enfermedad y todo porque no se invierte en una sanidad pública de calidad.

En los últimos tres años más o menos, he tenido que ver cómo se han ido padres de amigos, incluso amigos míos, con los que he compartido muchas, quizá demasiadas cosas, también he tenido que ver cómo a amigos míos les atacaba el bicho, y se tenían que someter a duros tratamientos de quimioterapia y radioterapia, que en muchos casos les han dejado secuelas de por vida, aunque por suerte han conseguido superar la enfermedad.

Quizá lo más duro es tener que ver a gente de tu propia familia superando cáncer tras cáncer, pero siempre que escucho esa palabra, o quimioterapia o radioterapia me pregunto si esta vez será la última para siempre, porque cada vez este sistema de salud funciona peor, y da igual que estés tirado en una cama con escaras esperando a que te llamen de una operación para quitarte unas piedras y después operarte de las escaras o lo que es peor que tengas un cáncer y te tengan que hacer un seguimiento de unos análisis, el sistema está colapsado por el Covid y la atención primaria ya casi ni existe.

Si esto no se arregla lo antes posible va a causar muchos problemas a la larga, en enfermos crónicos y en enfermedades que están apareciendo ahora que no son Covid y están tardando demasiado en tratarse o incluso no se están tratando.

Ojalá se empiece a invertir un poquito más en investigación y la «C» deje de ser mi letra más odiada del abecedario.

Siempre hay gente peor que tú, y a pesar de todo está ahí para ti .

Hoy quiero dejar por aquí una reflexión, y es la siguiente:

Puede que en la vida tengamos situaciones difíciles, pero hay que pensar que siempre hay alguien que lo está pasando mucho peor que tú, y que a pesar de todo, cuando tú necesitas ayuda no dudan en venir a echarte una mano, cosa que ni tu propia familia hace.

Esa es la gente que me gusta y necesito tener en mi vida, la que sufre en silencio pero que a pesar de todo está para los demás.

Aún me queda mucho por aprender.

Mi abuelo Jesús y su 103 cumpleaños

En dos mil doce, una de las personas que más quería cayó enfermo, él era mi abuelo Jesús, una de las personas más buenas que recuerdo en este mundo, el podía no estar de acuerdo con lo que tú sentías o pensabas, pero nunca le he escuchado una mala palabra sobre nadie, tampoco le he visto mirar mal a nadie.

Tenía Parkinson, con muchos temblores que no le dejaban hacer prácticamente nada, ni andar, ni hablar…

Le pusieron un tratamiento que iba a ser muy beneficioso para él, porque paliaría los efectos de la enfermedad, pero no fue así. Tuvo unos efectos secundarios súper fuertes.

Estuvo mucho tiempo encamado y hospitalizado, porque perdió la facultad de andar y la cabeza, así que rara vez me reconocía, porque siempre decía que era su sobrina.

Al final y como era muy cabezón, con mucha rehabilitación y su esfuerzo volvió a caminar, no grandes paseos pero sí paseítos cortos.

El único problema es que había que tener mucho cuidado no sabía lo que hacía, su único afán era levantarse a pasear y como no tenía estabilidad pués se podía caer.

Para que no se aburriera demasiado en casa y así también pudiese descansar mi abuela de cuidarle todo el día, cogimos a un chico que iba a levantarle, asearle y después le llevaba a dar un paseo.

Todos los días, a las once en punto, estaba con mi abuelo para salir y ver que estaba bien.

Sé que ni siquiera me reconocía muchas veces, pero yo sí sabía quién era él, que era lo más importante.

Cuando hacía bueno íbamos al retiro, donde él había pasado cada mañana de su vida desde que se jubiló hasta que cayó enfermo, con mi tío Pedro.

Al llevarle a otro sitio porque hacía más frío o estuviese lloviendo, ahí venía el problema porque se desorientaba y empezaba a gritar como un loco que a donde le estábamos llevando, que por ahí no estaba su casa.

Muchas veces me empezaba a preguntar a mi que si sabía ir a su casa y le decía que claro, y aunque yo tuviese pensado irme directamente al autobús, me iba directa hasta su casa para que no se pusiera muy nervioso.

Una de las veces que se cayó se rompió la cadera, y nadie de la familia pensábamos que fuese a volver a caminar, ni siquiera los médicos. Pero una vez más nos volvió a sorprender a todos y echó a andar, aunque esta vez con mucha más dificultad.

La última vez que mi abuelo estuvo ingresado, creo recordar que por problemas respiratorios, no recuerdo el tiempo, ahí sí que no me separé de él ni un segundo, porque esta vez algo en mi interior me decía que esta era la definitiva, que mi abuelo de ahí no salía.

Y qué razón tenía, tal como un venticinco de abril de dos mil doce pareció como que empezaba a mejorar y el día ventiseis se puso muy malito, sobre todo por la tarde y nos dijeron que de ahí en adelante sería lo que él quisiera, que se había acabado todo.

Ese día me despedí de él con un ¡Hasta mañana abuelo! Pero sabía que ya no le vería más, y así fué la madrugada del ventiseis al ventisiete de abril, cuando ya era ventisiete, mi abuelo por fin pudo descansar en paz.

Mi abuelo nació un siete de enero de mil novecientos diecinueve así que hoy haría ciento tres años.

Desde que se fué no ha habido ni un solo día que no le eche en falta, y sé que desde donde esté siempre me está cuidando, y siempre será ¡MI ABUELO JESÚS!

Empieza 2022

El año para mí, empieza como acabó el anterior, en la cama, por culpa de unas escaras que han conseguido pararme la vida durante un tiempo, si hago balance del año anterior puedo decir que no se ha portado nada bien conmigo, por qué he terminado varias veces en el hospital por culpa de las infecciones de orina, y cada vez eran peores.

He soportado dolores inimaginables por culpa de las escaras, y me los he tenido que tragar por miedo a ir a urgencias o al centro de salud y contagiarme de Covid. Todo esto ha hecho que cada vez pudiese salir menos a la calle por los dolores, pero no por estos en si, sino por las barreras que hay para moverse con la silla de ruedas, por ejemplo aceras levantadas, rebajes mal hechos etcétera.

Es triste que al final tengas que dejar de salir a la calle por qué no puedes soportar los dolores al pisar con tu silla de ruedas un desperfecto de la calle, e incluso para ir a la biblioteca que está a dos calles de tu casa tengas que llamar a un taxi.

Para este 2022, solo le pido una cosa en cuanto a la salud y es poderme levantar pronto de esta cama.

Y quién me conoce bien, sabe que yo nunca le deseo ningún mal a nadie, y menos que soy incapaz de hacer daño a nadie, al menos conscientemente.

Así que si alguna vez llegais a leer esto, con la mano en el corazón, a una la puedo decir, que ha sido el año y pico más largo de mi vida sin saber de ti. Que sé que todos tenemos problemas en esta vida, y uno de los míos es que soy un desastre, pero también te digo que cada día intento superarme y ser mejor, así que si algún día me necesitas, ya sabes dónde estoy.

Y a ti pequeña que gracias por ese 2021 de infarto, que ojalá se volviese a repetir. Que te echo de menos. Y que te quiero, si te quiero muchísimo pero como amiga, te lo juro.

Y para terminar no me puedo olvidar de mí enano, siempre ahí para una charla improvisada, unas risas… Lo que marque el momento

Y los fundamentales, mis padres y Carmen, ellos tres son mi pilar fundamental, sin su ayuda mi calidad de vida sería mucho peor.

Feliz 2022 a todos