Mi abuelo Jesús y su 103 cumpleaños

En dos mil doce, una de las personas que más quería cayó enfermo, él era mi abuelo Jesús, una de las personas más buenas que recuerdo en este mundo, el podía no estar de acuerdo con lo que tú sentías o pensabas, pero nunca le he escuchado una mala palabra sobre nadie, tampoco le he visto mirar mal a nadie.

Tenía Parkinson, con muchos temblores que no le dejaban hacer prácticamente nada, ni andar, ni hablar…

Le pusieron un tratamiento que iba a ser muy beneficioso para él, porque paliaría los efectos de la enfermedad, pero no fue así. Tuvo unos efectos secundarios súper fuertes.

Estuvo mucho tiempo encamado y hospitalizado, porque perdió la facultad de andar y la cabeza, así que rara vez me reconocía, porque siempre decía que era su sobrina.

Al final y como era muy cabezón, con mucha rehabilitación y su esfuerzo volvió a caminar, no grandes paseos pero sí paseítos cortos.

El único problema es que había que tener mucho cuidado no sabía lo que hacía, su único afán era levantarse a pasear y como no tenía estabilidad pués se podía caer.

Para que no se aburriera demasiado en casa y así también pudiese descansar mi abuela de cuidarle todo el día, cogimos a un chico que iba a levantarle, asearle y después le llevaba a dar un paseo.

Todos los días, a las once en punto, estaba con mi abuelo para salir y ver que estaba bien.

Sé que ni siquiera me reconocía muchas veces, pero yo sí sabía quién era él, que era lo más importante.

Cuando hacía bueno íbamos al retiro, donde él había pasado cada mañana de su vida desde que se jubiló hasta que cayó enfermo, con mi tío Pedro.

Al llevarle a otro sitio porque hacía más frío o estuviese lloviendo, ahí venía el problema porque se desorientaba y empezaba a gritar como un loco que a donde le estábamos llevando, que por ahí no estaba su casa.

Muchas veces me empezaba a preguntar a mi que si sabía ir a su casa y le decía que claro, y aunque yo tuviese pensado irme directamente al autobús, me iba directa hasta su casa para que no se pusiera muy nervioso.

Una de las veces que se cayó se rompió la cadera, y nadie de la familia pensábamos que fuese a volver a caminar, ni siquiera los médicos. Pero una vez más nos volvió a sorprender a todos y echó a andar, aunque esta vez con mucha más dificultad.

La última vez que mi abuelo estuvo ingresado, creo recordar que por problemas respiratorios, no recuerdo el tiempo, ahí sí que no me separé de él ni un segundo, porque esta vez algo en mi interior me decía que esta era la definitiva, que mi abuelo de ahí no salía.

Y qué razón tenía, tal como un venticinco de abril de dos mil doce pareció como que empezaba a mejorar y el día ventiseis se puso muy malito, sobre todo por la tarde y nos dijeron que de ahí en adelante sería lo que él quisiera, que se había acabado todo.

Ese día me despedí de él con un ¡Hasta mañana abuelo! Pero sabía que ya no le vería más, y así fué la madrugada del ventiseis al ventisiete de abril, cuando ya era ventisiete, mi abuelo por fin pudo descansar en paz.

Mi abuelo nació un siete de enero de mil novecientos diecinueve así que hoy haría ciento tres años.

Desde que se fué no ha habido ni un solo día que no le eche en falta, y sé que desde donde esté siempre me está cuidando, y siempre será ¡MI ABUELO JESÚS!

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