A ti, que fuiste mi cerebro cuando me costaba pensar.
A ti, que fuiste mis ojos cuando los míos casi no querían funcionar.
A ti, que fuiste mis brazos y mis manos para poder hacer una vida lo más normalizada posible, cuando los míos no eran capaces de hacer absolutamente nada.
Gracias por las tardes de risas, de confidencias y por pasar los malos momentos a mi lado.
Mi eterna luchadora, cómo olvidarme de ti.
Compartimos pocos días juntas, pero la verdad es que fueron muy amenos, y ahora que no nos escucha nadie, que sepas que me has robado el corazón para siempre, porque nadie merece pasar por lo que tú has pasado.
A partir de ahora, me voy a encargar de que ni un solo día deje de brillar el sol por donde pasas porque es lo que te mereces ya que tienes un corazón de oro.
Y a ti mi otra esponja de confidencias y por supuesto mi baldosa del suelo, nunca os olvidaré porque a pesar del poco tiempo que compartimos juntos os lleváis un gran hueco en mi corazón.
Ojalá nos volvamos a ver pronto.
A mis dos yayis, han sido días duros, pero no os guardo rencor. Son edades muy diferentes y soy consciente de que es muy difícil encajar unas piezas del puzzle con otras.
A mis dos nuevas compañeras, gracias por devolverme la paz que necesitaba. Con ganas de recuperarme y poderos conocer un poquito mejor.
Me encanta el poema Marina. Agradecer los pequeños detalles es tener el corazón grande.
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